Las invasiones bárbaras (vándalos, suevos, godos) no corren mejor suerte que la ocupación romana: difíciles conquistas y constantes sublevaciones. La ocupación definitiva tiene lugar entre los años 612 y 621 con las campañas de Gundemaro y Sisebuto. La vida en nuestras tierras no sufre demasiados cambios: los núcleos rurales funcionan como concejos que se unen para formar condados, existen propiedades comunales (“suertes” y “tercias”) para el reparto de leña, hoja, bellotas, hierba… Se alimentaban de pan de centeno y “titos”, las viviendas eran de piedra con la techumbre de madera y paja ( “kasares”), las cosechas se recogían en el hórreo y los animales en la “corte” y extraían cerveza de la cebada .
La invasión musulmana también encontró en estas tierras y sus gentes una frontera más que difícil, infranqueable. Acostumbrados a guerrear en las llanuras del desierto, les resultó complicado ocupar estos territorios. Por eso su dominio e influencia fueron escasos y cortos. Tan sólo algunos enclaves defensivos y ciertos topónimos (Pico Moro en Santa Olaja) son los restos del legado musulmán en nuestra zona. Sin embargo este paso fugaz de los árabes por la comarca nutrió toda una serie de leyendas sobre tesoros ocultos. Los cristianos temerosos de las razzias musulmanas habrían escondido sus pertenencias más valiosas en pajares y lugares extraños, quedando después en el olvido a causa de los avatares de la vida. Así podríamos explicar un refrán muy nuestro: “Peña Cora, Peña Cora ; tierra rica y gente boba”.
El inicio de la Reconquista se data en 722: Pelayo al frente del ejército cristiano-visigodo derrota a los árabes en Covadonga. Las diferentes crónicas (Albeldense, Rotense ) atribuyen diferentes orígenes a Pelayo. La versión romántica lo define como un noble astur que logró unir a los siempre indomables astur-cántabros y vadinienses para reconquistar las tierras ocupadas. Parece ser que la batalla de Covadonga no pasó de ser una escaramuza y que la “Gran Batalla” tuvo lugar en los Picos de Europa (posiblemente en Valdeón), siendo Pelayo coronado Príncipe de los “Astures”. Pronto se unieron a este ejército gentes que huían de Al-Andalus por causas religiosas y por motivos económicos (altos impuestos).
El rey Alfonso I hizo de nuestras tierras una frontera singular denominada “Tierra Yerma”: al sur de la Cordillera Cantábrica estableció una franja de 150 kilómetros despoblada y desértica (tierra de nadie) para que los árabes tuvieran dificultades de avituallamiento. Será Ordoño I quien, tras hacer avanzar la reconquista, comienza a repoblar: se reconstruyen nuestros pueblos y villas, se fundan otras nuevas, se recuperan las fortificaciones y castillos, se fundan nuevos monasterios y ermitas. A la muerte de Alfonso III el Magno se pasa la capital del Reino Cristiano a León. Inicia su andadura histórica el Reino de León.
Este nuevo marco político permite y propicia un hecho insólito para tierras agrestes y pobres: la rápida proliferación de monasterios y fundaciones que acogen a monjes, restos de santos y reliquias de todo tipo procedentes de los dominios musulmanes donde los cristianos eran acosados y perseguidos. San Isidoro de León, Santo Toribio de Liébana , San Miguel de Escalada son ejemplos significativos. Estos centros religiosos se ven favorecidos por las limosnas de los peregrinos de Santiago que sólo poseen este “pasillo” para llegar a Compostela y por las donaciones, fruto del botín de la reconquista iniciada por los primeros reinos cristiano-visigóticos. Por eso algunos historiadores califican nuestra montaña como “Arca de Noé” salvadora de las instituciones monásticas. Es decir, que por aquel entonces fuimos “la reserva espiritual de Occidente”. Del florecimiento monacal por estas tierras nuestras da fe el Concilio de Boñar allá por el año 929. Pedro Alba cita los siguientes: San Vicente del Condado,, monjas tituladas de S. Pelayo en término de Vegaquemada, monasterio de S. Justo y Pastor entre LLamera y la Mata de la Riva, el de Sta. Marina de Felechas, el de S. Pedro, y Sta. María en Boñar, el de S. Andrés de Pardomino, el de Fuentefascasia en Cofiñal, el de S. Ciprián de Somoza, el de S. Pedro de Valdesavero, el de S. Pedro de Fuencollada, el de S. Adriano en el pueblo o caserío de ese nombre considerado el más célebre de todos ( su consagración propició el llamado Concilio de Boñar, anteriormente citado). En esta “reunión de reyes y obispos y de grandes” participaron “el rey D. Alonso, la reina Dña. Jimena y otra reina que se ignora de donde era, cuatro obispos y toda la grandeza del reino de Asturias”, relata P. Alba en su Historia de la montaña de Boñar.
Aquí, en este momento histórico, encajan los primeros testimonios que poseemos de nuestro pueblo: los más antiguos datos fundados de la población de nuestros Lugares se remontan al siglo IX en el que hay constancia de la existencia del convento benedictino de S. Millán sito “en el encinal que hay entre Barrillos y la Devesa”: en Los Valles se conserva el topónimo de “San Millano”.Las pertenencias de este convento fueron con el tiempo agregadas por los reyes de León al convento de Valdediós formando parte de los foros del Priorato de Vega.
Sería interesante inspeccionar este lugar referencial de nuestra historia. Actualmente se trata de un paraje totalmente cubierto de maleza en el que no obstante podemos descubrir algunos indicios que apuntan a la confirmación de su historicidad. Aquí presentamos fotografías que testimonian la existencia de grandes piedras elementalmente labradas que por su volumen y forma darían fe de haber formado parte de un edificio de cierta importancia , y finalmente han sido reutilizadas como material de pared de vallado. Esta humilde construcción monástica tras ser abandonando muy posiblemente sirvió de refugio de pastores o de aprisco de rebaños. Aparecen también en el lugar restos de teja cuyo análisis nos podría dar pistas. Gentes de la Devesa testifican haber visto grandes lápidas de piedra rectangulares con claros rasgos de ser cobertura de tumbas. La recolonización del bosque oculta hoy en día estas muestras. También declaran haber descubierto en el lugar restos humanos (huesos, calaveras, dentaduras…) Afortunadamente un cartel señaliza este punto de referencia histórica. Felicitaciones a quienes tienen ilusión y trabajan por nuestra memoria histórica.
Nuestra historia particular, pues, se remonta a aquellos tiempos medievales. Veamos la referencia que hace Enciclopedia del Románico en Castilla y León (2002):”El área oriental de la montaña leonesa, entre los importantes focos de Boñar y los Picos de Europa, constituyó durante la décima y undécima centurias un importante foco de poblamiento tanto desde la perspectiva patrimonial como desde la humana. El dominio territorial correspondió a la influyente estirpe de los Fláinez y así su magnate, Pedro Fláinez, gobernaba esta mandación desde su castillo de Aguilar –en las inmediaciones de Sabero- en los inicios del siglo XI. Posiblemente fuesen desposeídos los Fláinez en sus rebeldías posteriores, ya que el 17 de junio de 1113, es la reina Urraca quien donó a Vermudo Pétriz una serie de propiedades en la comarca, entre ellas in Sancta Columba, et in Ocisa, et (in) Sancto Iohanni et in Barrio, de realengo. El 7 de septiembre del mismo año, el receptor de la anterior donación las permutaba con el prelado legionense don Diego, entregándoselas éste al abad Román y el monasterio de Santa María de Barrillos”. Así pues hermanos de los otros cuatro pueblos apellidados todos, como es natural, DE LAS ARRIMADAS, no podemos ocultar nuestro origen común y nobiliario enraizado en la Edad Media.
En el primer tramo de la torre románica de la Parroquia de Santa Marina aparece grabada una cruz muy semejante a la que usaban los Caballeros de Santiago, y en los materiales usados para construir el contrafuerte que hay en la fachada, podemos ver otra cruz muy distinta que guarda cierto parecido con la de los Caballeros Templarios. Estos testimonios históricos han permitido fundar una tradición que habla del asentamiento en este lugar de un convento o priorato que inicialmente pudo haber pertenecido a los Caballeros de la Espada de Santiago y después haber caído en poder de los Templarios. El P. Mariana en su “Historia General de España” (1592), al tratar de los prioratos que los Templarios tenían en España nombra, entre otros muchos, el de “Burguillos”, nombre que concuerda con el de “Barrillos”. Pedro Alba que también se hace eco de esta “leyenda” (no está contrastado por documentación), hace referencia a los testimonios de las referidas cruces. Hay autores que defienden que la distribución de los centros Templarios responde a razones astrales. Cada Lugar estaría relacionado con una constelación. Barrillos lo adscriben a Serpentario.
En este marco político, viene a añadirse otra circunstancia: el trazado del “Viejo Camino de Santiago” (nombre usado por J. Fernández Arenas), también denominado “Camino de la Montaña” (calificación de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Vizcaya). Esta ruta es muy anterior (S. IX) a la tradicional calixtina o “Camino Francés” (S. XII) que sólo pudo ser posible cuando las tierras de toda la cuenca del Duero fueron definitivamente reconquistadas a los árabes: “Los reyes desviaron el camino de los peregrinos más hacia el sur ya que antes, por miedo a los sarracenos, iba por Álava y las Asturias” (“El Viejo Camino de Santiago”: J. Fernández Arenas) Sin embargo, cosas de la historia, esta ruta fagocitó al resto de caminos que conducían los peregrinos hasta Santiago de Compostela. Así nuestra vía jacobea entra a formar parte de los “caminos olvidados” que ojalá la recuperación de la memoria histórica nos permita reconstruir.
El trazado de este Camino de la Montaña, por lo que se refiere a nuestras tierras, procedente de Guardo, pasaba por “Puente del Muey”, hasta llegar a Cistierna de donde salía un ramal (“Rura Vadiniense”) que se desviaba a Liébana. Cruzaba el río Esla por el puente del Mercadillo (Modino) para adentrarse por el camino de Yugueros a La Ercina, Acisa y Barrillos de las Arrimadas donde los peregrinos salían por la “Puerta de Galicia” hacia Devesa y S. Adrián hasta llegar a Boñar por el “Camino de los Rocines”. Aquí había un hospital de peregrinos que el rey Alfonso X (S. XIII) mandó reconstruir junto con el puente que permitía el paso del río Porma para seguir por La Robla hacia Omaña. Tras cruzar la Sierra de Gistredo continuaba por el Bierzo siguiendo la ruta (Cacabelos, Villafranca del Bierzo) que más tarde adoptaría en Camino Francés. Un hecho significativo tiene el recorrido de este Camino de Santiago por las Arrimadas orientales: la existencia de “cruceros” en las entradas y/o salidas de los pueblos y en los límites territoriales. Hoy en día no queda ningún vestigio, pero los topónimos lo denuncian: la Cruz de Arvejo (entre La Ercina y Acisa), la Cruz Grande (salida de Acisa), la Cruz Pequeña (entre Acisa y Barrillos) la Cruz (entrada de Barrillos). Parece ser que estas cruces de “marca” no tienen un origen o patente jacobea, sino que su implantación y difusión data del S. XV por iniciativa y promoción de S. Vicente Ferrer, pero ahí las tenemos jalonando este camino de peregrinos. Sería bueno recuperar estas cruces peculiares.
En este marco socio-político y religioso los monasterios benedictinos iniciales dan paso a los prioratos de las órdenes militares dedicadas a la custodia de los peregrinos que iban a Santiago. En esta vía jacobea parece ser que Barrillos tenía un cierto significado, como podría avalar la existencia de una estela seguramente medieval que hay en las inmediaciones de la iglesia parroquial.
Extinguidos los Templarios hacia el año 1307, todas sus posesiones fueron a parar al estado y por disposición del rey de Castilla se adjudicaron al Obispado de León con el título de “Señorío”. No olvidemos que en aquel momento León estaba de moda por aquello de las hazañas de Guzmán el Bueno (1309).
Así pues, dependiente de una orden religiosa, o ligado a la Sede Episcopal de León, como rezan los títulos del obispo de la Capital, el Señorío de los Lugares de las Arrimadas enraíza su tradición en lo menos malo de aquella Edad que llamamos Media. En esos oscuros tiempos tan sólo los eclesiásticos mantuvieron prendida la lumbre de la cultura y del saber: la calidad artística de varios elementos de nuestra parroquia de Sta. Marina muestra a las claras la alta valoración y consideración que nuestros antepasados tenían por el arte y la cultura, aparte de una situación económica que permitía financiar estas obras. Quizás estos orígenes expliquen el tradicional sosiego y hermandad de las gentes de estas tierras, así como su afición al saber, su desvelo por la conservación de sus tradiciones y su vista siempre puesta en un futuro mejor.
En esta época medieval tiene su origen otro de los patrimonios históricos de Barrillos: el Cordel de la Varga. En 1273 Afonso X el Sabio crea el Honrado Consejo de la Mesta que otorga a todos los pastores de León y de Castilla derechos de paso y pastoreo. La conquista de Extremadura por parte del Reino de León comporta la creación de rebaños trashumantes ya que los nuevos territorios cristianos andan muy escasos de pastos en la época estival. Por otro lado la influencia musulmana aporta la introducción de una raza de ovejas de origen bereber, las “meritas” ( tribu de los Beni-Merines ) traídas durante las invasiones almohades. Así surgen las Cañadas llamadas Reales porque su regulación era competencia real: al Entregador, oficial del Rey, correspondía velar para que los vecinos no roturaran o cerraran esos caminos. El Concejo de la Mesta de Pastores era el encargado de garantizar el pastoreo en toda la ruta («pastos longitudinales») y cuidar de las infraestructuras (descansaderos, abrevaderos, puentes, portazgos, contaderos…) Esta red de caminos pastoriles está formada por unas rutas principales (cañadas) y otras secundarias muy diversificadas para adaptarse a las dificultades del terreno montañoso: cordeles, veredas y coladas. Las cañadas eran rutas de largo recorrido (más de 500 Kms) y su anchura era de 90 varas (72,22 m.). Los cordeles tenían 37,61m, las veredas 20,31m y la colada algo menos pero sin medida definida. La regulación y protección de estos caminos pretendía impedir que los propietarios de las fincas colindantes recortasen la anchura mediante el movimiento fraudulento de mojones. Por la Provincia de León pasaban tres de las ocho Cañadas Reales: la que llegaba hasta la Montaña Occidental, la de la Central y la de la Oriental en la que estaba encuadrado el Cordel de la Varga . Partiendo de El Burgo Ranero (estación de embarque y desembarque de los rebaños) este cordel cruza la carretera de Mansilla a Riaño en Villahibiera y el río Esla en Gradefes. Se dirige por Villanófar y Villacidayo hacia Barrillos de las Arrimadas y alcanza la villa de Boñar por la ermita de San Roque para finalizar en Lillo. Por estos caminos podía pasar cualquier tipo de ganado y los utilizaban también los ganaderos que vendían sus ganados lejos de los lugares de pasto.
La red pecuaria constituye en León un patrimonio de primer orden (2.386 Km), no sólo por su importante función todavía vigente como vía utilizada por los rebaños trasterminantes y trashumantes sino también por su valor histórico (a veces coincidía con el Camino de Santiago), paisajístico y ecológico.
La vida de nuestros lugares, desde estos tiempos medievales, se regían por las Ordenanzas Concejiles: se trataba de un conjunto de reglamentaciones basadas en las tradiciones y costumbres, para regular las pautas de comportamiento y para dirimir las cuestiones y reclamaciones entre vecinos. Generalmente eran redactadas por un pequeño grupo de ancianos y después presentadas al Concejo para su aprobación o modificación. Se escribían en papel o pergamino y se guardaban bajo llave en el arca del Concejo. Se conservan algunos modelos (Sabero, Modino, Cármenes, Siero de la Reina), por los que podemos hacernos una idea del alcance de estas Ordenanzas:
*Declaración de derechos: “Ordenamos que ningún vecino sea osado a violentar la conducta de otro en forma que pueda menoscabar su conducta y vida privada con palabras en desdoro del honor y la fama de alguna persona” (versión de J. F. F. R: “Historia de nuestra tierra”)
*Reglamentación de convivencia: “Se prohíbe y manda cesar las cencerradas, saunerios y otras diversiones al estilo de este país por las veladas del invierno y carnestolendas y otras capaces de despertar la ira de alguna persona…se prohíben las rondas con tamboril y sin él pasadas las once de la noche y antes de esta si se dan voces o silbidos o cantares picantes que se dirijan a determinadas personas…Todo género de juegos, las chapas, parar canes y otros, bajo pena de un ducado cada individuo y doble de noche por primera vez, y a la segunda serán perseguidos por la Justicia con todo el peso de la ley” (versión de J. F. F. R: “Historia de nuestra tierra”)
*Regulación de la ganadería: reglamentación de las veceras, controles para evitar enfermones, selección de sementales, régimen de mantenimiento de los mastines de los rebaños, acotación de los campos según épocas del año…
*Fijación de las hacenderas: arreglo de caminos, limpieza de presas y lavaderos, construcción y reparación de caños y abrevaderos, espalada de la nieve, aportación de pareja y carros …
*Normas de seguridad: vigilancia de los hornos de amasar (prevención de incendios), de alares y salientes (peligro de desprendimientos), control de los caminos (prohibición de tirar estiércol y escombros)…
A partir del siglo XV los reyes imponen que las Ordenanzas Concejiles sean respetadas y cumplidas.
Posiblemente a partir de esta época de finales de la Edad Media, en este lugar de Barrillos de las Arrimadas, radicó una rama de los Juárez, que pasó a Asturias así como al Valle de Mena, en Burgos, en Medina del Campo (Valladolid), y en Navarra. Esta familia probó nobleza en las Órdenes de San Juan de Jerusalén (1539 y 1543). Montesa (1591), Calatrava (1694) y de Santiago (1707). Así pues figuramos en los orígenes heráldicos del apellido Juárez.