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SENTIDO DEL HUMOR

febrero de 2019

Decimos de un humorista vital que “se ríe hasta de su sombra”. El humor es una cierta manera de ser o al menos un modo de instalarse en la vida sobre los pivotes  de una determinada ataraxia. Hoy en día, asediados por las frustraciones, por la impotencia  de asimilar la cascada de incidencias vitales, quebrados por el cúmulo de deseos programados por nosotros o por la sociedad de consumo, solos física y emocionalmente en un mundo de locuras exhibicionistas, de perfiles falsos, de amistades telemáticas  des-caradas  que se expresan no con palabras sino tan solo con emoticones… Surgen miles de terapias, antiguas algunas de ellas, pintorescas otras, y todas en busca de recortar las crestas de nuestro diagrama vital porque sobrepasar el área de confort es doloroso y desequilibrante. Y en ese cúmulo de terapias naturales, sugestivas, supuestas, disparatadas, razonables, in-creíbles…y con frecuencia más apoyadas en la credulidad que en la ciencia, se encuentra también la risoterapia. Volveremos sobre este asunto tras intentar precisar en qué consiste el proceso humorístico provocador de la risa.

El humor surge de la disponibilidad de dos cualidades originarias: la observación minuciosa de la realidad y la agilidad mental de la imaginación. Todo humorista ha de contar con un microscopio (también son útiles los catalejos) y un bisturí. Es preciso detectar  en la realidad y cotidianeidad las proporciones y desmesuras, las exageraciones y las penurias, los dramas y las vanalidades, lo necesario y lo necesitado, lo propio y lo infiltrado, las irracionalidades, los miedos, las esperanzas más o menos ilusas, las limitaciones, los complejos,las rutinas  automáticas, las burbujas happy flowers ( ¡oh Marhuenda!) y las atmósferas irrespirables…La cámara del bufón ha de saber captar el mínimo detalle (la minucia, la insignificancia, lo desapercibido por manido o marginado) y el macrocomplejo más o menos desarmónico, desproporcionado, excesivo, grotesco, fuera de contexto, de tiempo y lugar. Pero el humorista no es un fotógrafo, es un caricaturista, oficio más complejo: por una parte ha de aportar los trazos esenciales que permitan  al primer golpe de vista identificar al personaje o la situación y por otro ha de presentar en altorrelieve mediante la exageración o el absurdo  aquellos trazos  que son propios de su singularidad sea  como virtud o como defecto.

Una vez archivados estos datos en su disco duro el personaje simpático ha de poner en marcha otra secuencia: ha de buscar o crear un mundo paralelo que en otra dimensión muestre un diagrama similar. Ha de haber una clara y fácilmente perceptible sintonía. A partir de aquí es un juego de corta y pega para componer un collage: cojo las piernas del uno con los calcetines del otro, la cara del otro se remata con los pelos del uno, el careto se configura con una oreja de cada cual, la mano izquierda  y la mano  derecha pertenecen a cuerpos distintos … Sí, es el disparate o el absurdo que nos sorprende y nos desquicia la lógica y en consecuencia nos desencaja la mandíbula. Es una especie de estrabismo, espejismo o pesadilla. En este sentido el cómico es una especie de prestidigitador de la imagen o la palabra y profesionalmente (o a lo amater) es un ser anfibio. Pongamos un ejemplo: la S es el capicúa de las letras. Tenemos una letra del alfabeto con una determinada forma. Este grafismo nos recuerda (entra en juego la imaginación) una serpiente. Una serpiente grosso modo tiene cabeza y cola (en catalán “cap i cua”). Aquellos números cuya serie de dígitos  es idéntica leídos por el principio (cap) o por el final (cua) se llaman capicúas. Al trazo de la S  le ocurre algo similar.  Ya está liada.

Este humor plástico que se ha intentado describir cuenta con un hermano gemelo: el lingüístico. En este punto la magia está sobre todo en la polisemia (ortográfica o fónica). Hay palabras que tienen varios significados que pertenecen a campos, objetos o situaciones que nada o muy poco tienen que ver unos con otros. Se trata pues de un juego de trileros o una hibridación conceptual: “Ojear: pasar las hojas con los ojo”, “Palabro: Vocablo extraño transexual”, “Arroba: once kilos y medio de correos electrónicos”.

En otros casos  se trata más bien de un juego de cestería en que se van entrelazando mimbres de uno y otro campo significativo para fabricar un disparatado cesto. Cuanto más contrasten o sean incompatibles las varas mayor será la capacidad del recipiente para contener las sonrisas, las risas o las carcajadas. Ejemplo: Culata es el ano de la pistola por donde sale el tiro cuando la cagas. Los animales tenemos dos orificios en nuestro aparto digestivo: la boca y el culo. La pistola tiene esquemáticamente dos parte: boca de cañón y la culata.  Cuando un cazador o pistolero dispara un tiro y en vez de salir por la boca del arma estalla en la recámara entendemos que el proyectil se ha rebotado convirtiéndose el cazador en cazado. En similitud cuando a una persona el arma arrojadiza (dialéctica o estratégica) se le regirá en modo bumerang decimos que le salió el tiro por la culata. Cuando alguien de manera ostensible e incluso dramática la pifia lo expresamos con el verbo “cagarla” (culo-culata, cagar..escatología pura). Tomen todos estos elementos, métanlos en la botella de la imaginación, agítenlos y prueben el cóctel: sabor agrio, ácido, amargo, fuerte, flipante, indigesto, imbebible. Es humor.

Juegan también en el lenguaje las hipérboles que vendría a ser la caricatura verbal (recordemos aquello de “érase una vez un hombre a una nariz pegado”). Es uno de los trazos identificativos del humor “andaluz”: la exageración. Este humor  no define la realidad presente sino otra posible en la que la desproporción sería aún más marcada llegando a veces a provocar una monstruosidad. En este artefacto no se trata tanto de un compuesto frankenstein  sino de un elemento comparativo. Es la gracia del MAS que  y del MENOS QUE. La vis cómica consiste en  enfrentar dos realidades más o menos paralelas o de cierta similitud para atribuir a una la desmesura o insignificancia de la otra haciendo  añicos la proporcionalidad (lo que solemos llamar “normalidad”). Chistes de Lepe.

Otro reducto del humor es el despropósito, el sabotaje de la lógica, el híbrido de locura y  memez. Es la distorsión picassiana, el argumentario gilesco, el greguerismo, la jaimitada polifónica. El cómico es un demiurgo creador de seres grotescos  o ridículos sin pies ni cabeza, en faldas y a lo loco, como regaderas… Consiste en un injerto de lo contrario y contradictorio. Es el lamento del enemigo desquiciado que promueve la desescalada militar porque no hay balas para todos. O el lingüista que define el perro como “Canino que adopta humanos para sacarlos de paseo”.

El humor tanto al que lo crea como al que lo “pesca” les obliga a tener a  tono la agilidad mental para, como un saltimbanqui,  pasar de una paralela a otra, describir piruetas conceptuales imposibles hasta hacerte perder el oremus en la sinrazón o el disparate. Te obliga a trabajar con dos volantes como en la simulación del permiso de conducir: reflejo, intuición, trashumancia mental, milagro gozoso de la bilocación del pensamiento. El vocablo y sus significados son como la barra del equilibrista que le permite fonambular  sobre la cotidianeidad, la normalidad, la monotonía, el aburrimiento, la vulgaridad, lo dejà vu. Es la magia que descubre la sorpresa que se esconde tras lo rutinario y que nos permite intuir que detrás de la puntita de las orejas viene un lobo entero.

El humor arranca de una observación minuciosa de las cosas y los acontecimientos. Busca el detalle en la realidad y en la interpretación de la misma a contraluz de otros mundos paralelos  o asimilables. El gracioso nos lanza a la cara lo que no vemos porque no miramos, nos empuja  de bruces sobre lo que ”no hemos caído”, nos define con exactitud cuanto  nosotros  catalogamos a bulto. Es un enfermo bipolar del lenguaje que a veces camina al pie de la letra, otras juguetea con el sentido figurado o frecuentemente enloquece con el doble sentido. Conviene estar al loro para percibir cuándo el punto está sobre la i, cuándo es trillizo suspensivo o adquiere la categoría de punto pelota. El trilero del humor nos enreda  para que nos perdamos en el trasiego del cubilete.

El humor supone y desarrolla la imaginación. Es el cosmos de la mitología en el que viven los monstruos, bichos Frankenstein ensamblados con el despiece de otros seres, híbridos fruto de cópulas imposibles, vivientes  que se oxigenan sucesiva o simultáneamente por  pulmones, branquias o transpiración cutánea. Este mundo orbita en la hipérbole, se interconecta  por una red de parabólicas, cohabita lo micro y lo macro en un contubernio delirante. El despropósito es su razón de ser, la desproporción su medida y el absurdo su lógica…Su objetivo romper esquemas, provocar la esquizofrenia de las perspectivas, entrecruzar los planos para desquiciar la imagen, disparar la adrenalina intelectual. Resultado esperado: que la risa precipite en el tubo de ensayo.

He aquí el truco humorístico. Pero ¿para qué sirve? ¿Nos es de utilidad no solo en momentos puntuales de recarga sicológica y/o emocional  sino también y sobre todo como tesitura  de nuestro proceso vital cotidiano?

El sentido del humor o la risoterapia  (formal e informal) son una especie de toreo. Ante nosotros tenemos el morlaco de la vida pitón en ristre dispuesto (o eso nos parece) a embestirnos por toda la ingle. El humor en tal trance es muleta adecuada para desviar el bravo para gozo del tendido. Nuestra mente y nuestros miedos suelen tener fijaciones, son centrípetos y tienen tendencias osmóticas. Nuestras vidas en muchas ocasiones funcionan como un campo magnético en el que nuestros clavillos son atrapados por un potente imán. El humor puede cortocicuitar esta gravitación liberando nuestras energías de la polarización. El chiste, el gracejo, la tira afortunadamente nos saca de nuestras casillas. El humor nos muestra que si estamos con el agua al cuello eso quiere decir que aún tenemos la fortuna de respirar.

Finalmente el buen humor  puede ser un modo de vida en un proceso de desdramatización y desacralización. Es también un signo de libertad al permitirnos escoger cuantos puntos de vista y enfoques nos plazcan. Situados en la caverna  contrastamos a contraluz los dos mundos que separa la línea de la bocana. Acostumbrada nuestra pupila humorística a captar imágenes movidas, recompone a su amanera  un holograma sintético más o menos dislocado. Nos ayuda  a dudar o renegar de los valores absolutos, a apostatar de lo sagrado intocable, a poner en marcha lo inamovible. Todo es posible en el mundo del disparate, por lo que nos acercamos a cualquier realidad que nos ofrecen los sentido o la mente alertados para ver dónde salta la liebre. El chiste, la gracia se guían por el efecto terremoto y nos introducen  en la cámara negra  donde debemos  recomponer la imagen a partir del negativo. Es un juego que por ejemplo utilizaba Subirachs en sus piezas escultóricas: el relieve cóncavo. Instalados en este modus vivendi los dramas se convierten en ópera bufa, la prepotencia se confiesa vulnerable, todo es laico, relativo, transitorio , (i)rrisorio. Por nada ni para nada vale la pena morir o matar, la blasfemia y la oración se confunden y todos los títeres trasiegan sin cabeza. La risa baja la presión arterial, reduce la angustia  a una penita soportable, nos ayuda a entender que las cosas no son para tanto y que lo irremediable o insoluble no es un muro sino una celosía que nos permite intuir que hay luz y vida del otro lado. El humor nos hace ver que el ridículo tiene su gracia, que tal vez vamos disfrazados todo el año y tan sólo en carnaval llevamos la ropa adecuada, que la vida es un circo y el atraje de payaso nos cae bien. Y que es una bendición morirse de risa.