Escaso y corto fue el dominio musulmán sobre nuestra tierra, pero grande ha sido la impronta que su paso ha dejado en la memoria colectiva y sobre todo en la fabulación legendaria. Varias son las poblaciones con nombre de origen árabe como Almanza o Puente Almuhey, o morisco como es el caso de Villacelama, Castromudarra o Villamorisca. Además, reconquistadas estas tierras por los cristianos llega gran número de mozárabes que buscan aquí refugio ante la presión y persecución que ejerce sobre ellos Al-Andalus: a los buenos albañiles mozárabes debemos la construcción del monasterio de San Miguel de Escalada.
Ha sido frecuente que cuando las gentes de estos lugares se han encontrado con ruinas o restos de castillos cuyo origen desconocían, pensaran que eran obra de los moros. Podríamos citar los casos de Sabero o Fuentes de Peñacorada. Incluso algunas historias, emulando la gesta de Clavijo, cuentan que por estos parajes pasó Santiago montado a caballo persiguiendo las huestes musulmanas. La imagen de Santiago Matamoros que luce en la fachada del Santuario de la Velilla podría confirmar esta leyenda, sin olvidar la iglesia de Santiago del Campo de Martín Moro.
Entre Santa Olaja y Aleje emerge el picacho llamado «Pico Moro «. En término de Valmartino hacia el Valle de las Casas nos encontramos también con «La Fuente del Moro» y «El Roble del Moro». Son muchos los pueblos que cuentan con una “cueva de los moros”, lugar donde se creía que aquellos hombres habían guardado sus tesoros.
Este mito, el del tesoro oculto, dio pie a multitud de historietas que animaban el filandón de nuestros pueblos. La leyenda encuentra su explicación en las relaciones económicas que mantenían moros y cristianos.
En tierras cristianas los campesinos sufrían frecuentemente el castigo de las “razzias”. Por eso en prevención de estos males guardaban bienes y monedas en lugares ocultos que sólo cada cual conocía. La muerte inesperada de su propietario dejaba aquel tesoro sin beneficiario. En los dominios de Al-Andalus los hombres libres cristianos pagaban a los musulmanes el veinte por ciento de su cosecha y si eran colonos que cultivaban las tierras por ellos confiscadas, las cuatro quintas partes de lo recolectado. Los moros así enriquecidos llevaban estas “gavelas” a Córdoba o Granada. Suponían los campesinos basados en su propia experiencia, que si algún contratiempo ponía en riesgo el plan de evacuación del capital, los moros se decidirían por ocultar su valiosa carga en cuevas, castillos o escondrijos de difícil acceso, en espera de un día volver a recuperarla.
Esto es lo que se contaba en las veladas del invierno:
Corre entre las gentes de esta comarca que en la «cueva de las Lomas» de Peñacorada hay un tesoro escondido y misteriosamente protegido. Existen dos arcas. La primera es una trampa: si alguien llega a abrirla, de su interior saldrá un pestífero vaho que hará perder el sentido a cuantos estén a su alrededor. . Así nadie podrá llegar hasta la segunda donde está guardado el tesoro.
El romance del moro cautivo en versión montañesa dice que un lugareño de la comarca en sus correrías militares por África se encontró con un anciano que conocía nuestra tierra y que le confesó que era depositario de la clave para encontrar los tesoros que sus antepasados habían abandonado en su huida. Nada dice la historia de si hubo final feliz: tal vez el militar no logró que el anciano le revelara el secreto, o bien las pistas fueron una pura patraña o en el mejor de los casos el militar se hizo el zorrete y a nadie contó que era rico.
Corre también el bulo que un enigmático caballero llegó “a tiro fijo”, cavó, levantó la losa y se llevó cautelosamente la olla con el codiciado tesoro.
En Ocejo de la Peña cuentan con todo género de detalles que un día llegó al pueblo un extraño viajero con cara de avispado. Consiguió que un vecino le dejara un pico y se fue muy decidido hasta la ermita de Santa Marina. Cavó justo en el umbral de la puerta y sin que nadie se diera cuenta desapareció. Es creencia común que se llevó consigo el tesoro de los moros.
Cuentan también que “La Torre” de Felechas es lugar muy visitado por extraños aventureros que, suponen, buscan viejos tesoros.
Redacción de Jacinto Prada.