Después de todas las restricciones festivas que imponía la Cuaresma, la mocedad estaba ansiosa de juerga. Así que el Sábado Santo se iniciaban las actividades preparatorias de la Pascua que abrirían las puertas a la diversión y el retozo.
En este día tenía lugar, por parte de las mozas, el nombramiento de mayordomas que cuidarían de la limpieza y ornamentación de la iglesia durante un año. Otra de las ocupaciones de la jornada era la confección del “ramo” que era una estructura en forma de “T” que soportaba nueve velas adornadas con un entretejido de cintas y flores. Cada pueblo tenía su ramo. Los primeros domingos de mes, antes de la misa, se hacía una pequeña procesión portando los dos ramos y la Virgen del Rosario mientras se cantaba el “Maris estella”. Esta costumbre se mantuvo hasta 1942. En algunos pueblos de la Maragatería aún hoy en día continúan la tradición del ramo.
Los mozos por su parte se dedicaban a rondar de casa en casa en plan pedigüeño con las mismas estrofas de Antruido. Por la noche, después de la misa pascual de las doce, se iniciaba la jornada recorriendo el pueblo para dedicar cantares a la Junta Vecinal y a los vecinos más nombrados o a aquéllos que les hubiera ocurrido alguna cosa digna de mención. Las actividades del día de Pascua continuaban con la subasta de los torreznos recaudados el día anterior.
El sábado de Pascua tenía lugar la Grandona que contaba con una organización y un menú semejante a la celebrada en Antruido.
En esta fiesta de juventud se procedía a la incorporación de los nuevos mozos y mozas, chavalotes y mozuelas de quince o dieciséis años. Los mozos neófitos habían de pagar como cuota de entrada una peseta.